David Lynch y David Bowie: Ángeles caídos en el caos creativo

E l surrealismo de Lynch y la reinvención constante de Bowie se cruzaron en un vínculo único que transformó el arte.

Ambos se despidieron en enero, como si el universo honrara su legado en el frío invierno.| @davidbowie
Ambos se despidieron en enero, como si el universo honrara su legado en el frío invierno.| @davidbowie
Claudia Islas

David Lynch y David Bowie compartieron más que un nombre: compartieron una fascinación por los márgenes de la realidad, por lo inexplicable y lo sublime. Su conexión, aunque breve en la línea del tiempo, brilló con la intensidad de un grito en la oscuridad. Con el fallecimiento de Lynch a pocos días de su cumpleaños, el 20 de enero, igual que Bowie en 2016, la coincidencia parece cargada de un simbolismo que solo ellos entenderían.

El agente perdido en la carretera del surrealismo

En 1992, Bowie dio vida a uno de los personajes más enigmáticos del universo lynchiano: el agente del FBI Phillip Jeffries, introducido en Twin Peaks: Fire Walk With Me. Su breve, pero inolvidable aparición, encapsuló la esencia de ambos artistas: la capacidad de sugerir vastos universos emocionales y narrativos con apenas unas líneas o un gesto.

Jeffries volvió en Twin Peaks: The Return, esta vez en una forma más abstracta, casi como un eco de Bowie mismo. La máquina parlante que representó a Jeffries en la nueva serie evocó la pérdida de Bowie y la manera en que su espíritu, al igual que el personaje, trascendía las barreras del tiempo y el espacio.

Además, la atmósfera inquietante del drama televisivo, que atrapó al público en su manto de secretos, sirvió de musa para Bowie, quien, en 1995, dio vida al Outside, un álbum que no solo se sumergió en la marginalidad, sino que se alimentó del mismo surrealismo que Lynch había sembrado en la pantalla.

En este disco conceptual, Bowie construyó una narrativa de asesinato y misterio en un pueblo ficticio, un eco directo de las oscuras tramas de Twin Peaks (1990). La colaboración con Brian Eno, su compañero de antaño en los años de Berlín, otorgó a Outside una sonoridad inquietante que no dejó de reflejar las sombras de Lynch en cada rincón. 

Aunque la crítica fue variada, Outside se consagra como una pieza clave en la carrera de Bowie, marcado por su encuentro con el cineasta que definió una era. Lynch, por su parte, siempre tuvo palabras de admiración para el camaleón musical, destacando no solo su talento, sino su humanidad, como un hombre "tan bueno, tan fácil de hablar y normal", una rareza en un mundo lleno de extravagancias.

La carretera perdida y los ángeles derrochados

La colaboración de Bowie con Lynch alcanzó otro nivel con la banda sonora de Lost Highway (1997). La canción “I’m Deranged”, incluida en la película, funciona como un espejo sonoro del mundo lynchiano: fragmentado, inquietante, y cargado de una belleza perturbadora. Bowie y Lynch no solo trabajaban juntos; hablaban un lenguaje artístico común, uno que desafiaba las convenciones y celebraba lo que otros no se atrevían a mirar.

Curiosamente, la partida de Lynch en enero, al igual que Bowie, parece casi escrita por un narrador cósmico. Enero, el mes donde la luz se filtra tímida entre los claroscuros del invierno, refleja la esencia de ambos: genios que hicieron del contraste entre la oscuridad y la luz su lienzo creativo.

Con Bowie cantando sobre el “ángel-hombre” (It's the angel man) Lynch construyendo paisajes donde lo celestial y lo siniestro conviven, su relación trasciende lo meramente profesional. Era un pacto artístico entre almas que entendían que, en palabras del propio Lynch, “en el cielo, todo está bien”.

Ahora que ambos descansan en un plano que seguramente habrían imaginado con asombro y poesía, nos queda preguntarnos: ¿qué hubiera surgido de otra colaboración entre estos titanes? Lo que es innegable, es que su presencia sigue viva en cada nota, cada imagen, que dejaron para que el mundo las desentrañe.