David Bowie: El hombre que cayó a la Tierra y nos dejó las estrellas, un legado inmortal

H oy conmemoramos su legado: un cumpleaños eterno y una partida que nunca apagó su luz.

Ziggy Stardust se despidió con Blackstar un 10 de enero de 2016.
Ziggy Stardust se despidió con Blackstar un 10 de enero de 2016.
Claudia Islas

El camaleón del rock, David Bowie, nació un 8 de enero de 1947 y dejó este mundo un 10 de enero de 2016, cerrando un ciclo vital que, como su obra, fue deliberadamente calculado para impactar. En un movimiento que solo un maestro de la narrativa como él podría ejecutar, Bowie celebró su 69º cumpleaños con el lanzamiento de Blackstar, un álbum tan enigmático como innovador, cargado de referencias a la mortalidad y a su inagotable exploración artística. 

Lazarus, el segundo de este disco, lo muestra como un ser trascendente, a punto de atravesar la barrera entre la vida y la muerte. En el videoclip, Bowie deja una de sus frases más enigmáticas, casi como un susurro de lo que estaba por venir: 

Look up here, I'm in heaven" ("Mírame aquí, estoy en el cielo"). 

Esta declaración, tan simple y cargada de significado, resuena como un guiño final, un último acto de desafío contra la muerte. Con ella, Bowie no solo anticipa su partida, sino que también reconfigura la noción de la trascendencia, fusionando lo terrenal con lo eterno en su despedida artística.

El maestro de la reinvención y la versatilidad

Pero David Bowie no fue solo un músico; fue un revolucionario. Desde Space Oddity en 1969 hasta Heroes en 1977, pasando por su etapa como Ziggy Stardust, Bowie rompió moldes y desafió convenciones. No le bastaba con hacer música; se reinventaba constantemente, borrando las líneas entre géneros, géneros musicales y, a menudo, géneros de identidad.

Fue pionero en el glam rock, pero también exploró el pop, soul, el funk, el industrial, el drum and bass y todo lo que pudiera empujar los límites de la creatividad. Young Americans, Let’s Dance, Low y The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, solo algunos ejemplos de su habilidad para tomar riesgos y triunfar.

Y si hablamos de su capacidad para reconstruirse, Bowie no solo nos conquistó con su música; su magnetismo y versatilidad lo llevaron a las pantallas grandes, donde exploró el arte de la interpretación con la misma pasión que en el escenario. 

Desde su icónica interpretación del Duque Blanco en The Man Who Fell to Earth (1976), donde su presencia alienígena y su mirada penetrante hicieron que su personaje fuera inolvidable, hasta su rol como líder de prisioneros británicos en Merry Christmas, Mr. Lawrence (1983), y su papel como el intrigante y misterioso Jareth, el Rey de los Goblins en Labyrinth (1986), pasando por su interpretación del vampiro en The Hunger (1983), Bowie demostró que no solo era un artista multifacético, sino un hombre capaz de reconfigurar su identidad una y otra vez. 

Un legado inmortal

Aunque Bowie dejó este mundo hace nueve años, su influencia sigue viva. Cada vez que un artista desafía las normas, cada vez que un músico fusiona estilos o adopta un personaje en el escenario, hay un eco de Bowie. Desde Gustavo Cerati hasta Thom Yorke, pasando por Arcade Fire, Trent Reznor, Björk, Damon Albarn y cientos de artistas más, todos tienen una deuda con él.

En su vida y en su muerte, Bowie fue un innovador, un provocador y, sobre todo, un visionario. Si Blackstar nos enseñó algo, es que el arte puede ser eterno, incluso cuando su creador ya no está.

Hoy recordamos no solo al hombre, sino al mito, al artista que nos dejó mirando hacia las estrellas, preguntándonos qué hay más allá. Bowie nos mostró que la música puede ser un viaje al infinito, y por eso siempre será nuestro Starman.