El rito llega al teatro: La Bande son Imaginaire se presentará en el Metropólitan con una noche consagrada al darkwave mexicano

E ste 5 de septiembre, el escenario no será solo un recinto más. Será un umbral. Una invocación. Un altar hecho en México.

La Bande-Son Imaginaire: sonidos de un cine que nunca se rodó. | Foto: Omar Bustamante
La Bande-Son Imaginaire: sonidos de un cine que nunca se rodó. | Foto: Omar Bustamante
Claudia Islas

Prepárense para lo inusual, lo hipnótico y lo absolutamente inolvidable. La Bande-son Imaginaire, la agrupación que ha convertido el darkwave en un acto poético de resistencia y profundidad emocional, regresa a conquistar la Ciudad de México. El Teatro Metropólitan será el escenario de esta ceremonia musical el próximo 5 de septiembre de 2025, en lo que promete ser una noche de culto para los amantes de los sonidos densos, envolventes y visceralmente bellos.

Boletos:

  • Preventa Banamex: 7 de abril a las 11:00 a.m.
  • Venta general: 8 de abril vía Ticketmaster y en taquillas del Metropólitan.

Darkwave con rostro mexicano: la liturgia de lo imaginario

La Bande-son Imaginaire ha creado un lenguaje propio: un híbrido entre lo onirico, lo sonoro y lo espiritual. Con letras en francés, algunas en español, atmósferas cinematográficas y un sonido que bebe tanto de la electrónica europea como de la nostalgia mexicana, han logrado instalarse como una de las propuestas más auténticas del circuito alternativo.

El Teatro Metropólitan no fue una elección al azar. La Bande-son Imaginaire entiende el escenario como un templo y su música como un rito. Sus conciertos se estructuran como óperas electrónicas: con actos, transiciones y clímax visuales que reconfiguran por completo lo que entendemos por “concierto”. No asistes a un show: cruzas un umbral.

Cada presentación es un ritual contemporáneo, donde cada beat, cada silencio y cada imagen proyectada construyen una experiencia escénica irrepetible. En ese espacio, la oscuridad no se teme: se habita. Y el darkwave se convierte en lenguaje compartido, en trance colectivo, en catarsis iluminada por sintetizadores.

Al frente del proyecto están los hermanos Tanat —Óscar y Heri Angelo—, dos alquimistas del sonido que, junto a Bram Hernández, conjugan lo etéreo con lo visceral. Son ellos quienes, con precisión quirúrgica y sensibilidad artística, han dado vida a un proyecto que pone a México en el panorama oscuro internacional. 

Oscuridad con raíces

Nacida en Oaxaca, La Bande-son Imaginaire no reniega de sus orígenes. Al contrario: en sus auras se percibe una herencia emocional que dialoga con el simbolismo de la vida y la muerte, tan arraigado en la cultura mexicana. Lo ancestral se funde con lo digital, y el duelo se funde en un baile. Cada nota, cada pausa, parece invocar algo más grande que nosotros.

Desde el sur del país emanan sus paisajes sonoros: composiciones que evocan danzas funerarias, cartas de amor sin remitente y fotogramas de películas aún no filmadas. Hay una esencia de gran pantalla en su obra, como si cada canción fuera una escena escrita en sombra y luz.

Escuchar en vivo, piezas como Macabre, A gogoth, Chez toi o Magnétique es atravesar un portal donde la tristeza se vuelve hermosa, y el cuerpo encuentra, en la penumbra, una forma de redención.

Un espectáculo para quien aún cree en lo sagrado

La experiencia escénica de La Bande-son Imaginaire es profundamente cuidada: luces frías, imágenes proyectadas, y una intensidad que convierte cada show en un acto de fe. En una era saturada de estímulos desechables, su propuesta es una declaración de principios: el arte aún puede conmover, estremecer, transformar.

En cada performance, los miembros emergen envueltos en mantas blancas y máscaras, convirtiéndose en los enigmáticos "Shetuas". Estas figuras espectrales no solo son parte de un espectáculo visual, sino que representan una poderosa conexión entre el misterio y la tradición. Mientras se expresan a través de sus movimientos al ritmo de su música, transforman el etorno en un lugar sagrado, donde la línea entre lo real y lo sobrenatural se difumina por completo.

Por ello, este 5 de septiembre no será solo un concierto más en la ciudad. Será una misa negra, una ceremonia sonora, un reencuentro con lo que duele, pero también lo que salva. Una advertencia para las almas sensibles: no asistir es condenarse a escuchar los ecos desde afuera. Y créenos, no será lo mismo.